Restar a la penumbra
con sádico impulso y
mordisco desmedido,
la pequeña luz que en
los labios se les posa.
Ella, la penumbra, se
alimenta de besos baliza
que ellos se despliegan.
Sabe y entiende ella de
sus finales imprecisos.
De la orfandad de las
manos en la despedida.
Sobre los amantes
la penumbra escribe
sílabas, letanías paganas
en la pared y sobre la
ropa huérfana de piel
tirada en el suelo,
sobre cosas inertes.
Ella, la penumbra,
deja versos escritos.
Signos indescifrables.
Letras invisibles a la luz
que los amantes un día,
se dijeron boca a boca
mientras morían
una y mil veces
ciegos de amor.
Shiro Dani