La dirección de este periódico me sugiere que, dadas las fechas en que estamos, escriba alguna cosa referente al Día Internacional de la Mujer, o sobre las Fallas, tan próximas, que ya estamos presintiendo su bullicio y su alegría. Escribiré sobre lo primero.
Pienso que no sería necesario recordar que la mujer es igual al hombre en derechos y deberes, y que la única diferencia que les separa es su condición sexual. Si las situaciones de igualdad no se producen en ocasiones, es por la conducta irracional del hombre que, desde su posición de fuerza o de poder, humilla en el hogar o segrega en el trabajo a la mujer, pero exactamente igual que pueda hacerlo con otras personas que considere inferiores a él. Se trata simplemente de una condición machista que conduce al abuso de poder, bien sea físico o de autoridad. Algo que sólo podría solucionarse, de manera teórica, con la castración química, para reducir de forma radical los niveles de testosterona que llevan al hombre a comportamientos machistas en todos los ámbitos. Claro que esto no es posible.
Los gobiernos pretenden solucionar el problema con leyes y dinero, pero a la vista de la situación actual, no consiguen ningún resultado. El machista o el que abusa de su poder, porque su posición y su moral se lo permiten, de una u otra forma, se aprovechará siempre del inferior y actuará contra él por instinto. El fenómeno del abuso sexual y el de poder, se da en todas las razas y todas las sociedades, desde las más atrasadas hasta las más modernas y evolucionadas socialmente, como es el caso de los países nórdicos. Otros hechos que ayudan a mantener la situación de poder del hombre, son la educación, los roles sociales, las tradiciones y, en gran medida, la publicidad.
En las películas de ciencia ficción con la acción situada cientos de años en el futuro, seguimos viendo a una mujer y un hombre con los mismos roles que en nuestra sociedad actual. Quiere esto decir que nuestra forma de pensar nos impide otro escenario que no sea el conocido, al que parece ser todos nos hemos acoplado más o menos de una forma aceptable. Estamos en la segunda ola del feminismo. Primero se luchó por la libertad y ahora se lucha por el poder. Las mujeres tienen razón en quejarse del statu quo actual y levantar la voz por sus derechos, pero no debería hacerse con enfrentamientos, como muchas activistas feministas respaldan. La lucha es difícil por el papel que la mujer juega en la sociedad y en la familia actualmente. Se deberían cambiar muchas cosas. Lo mismo ocurre con el minusválido, el débil, el pobre, el diferente, el enfermo o aquel que no está preparado. Todos buscan la igualdad con el que está arriba, el mismo trato y las mismas oportunidades.
Combatir todo esto por la fuerza, no conduce a nada. Como antes he dicho, porque se trata de algo que está en el terreno de los instintos. Por lo mismo que no se puede luchar contra la pedofilia, la violencia o tantas actitudes negativas, innatas o aprendidas de los seres humanos. Se podrán tratar, se podrán penalizar, pero por desgracia, nunca erradicar. En el caso de la mujer, antes deberá encontrar su verdadero papel, que no es ni convertirse en el depredador que es el hombre, ni perder su feminidad para igualarse con su abusador. Hasta entonces, creo que la receta es mucha educación desde la infancia, justicia y respeto por parte de todos.