Más de 30 años son los que han estado al frente Enrique Montoro y Ana García, del tradicional y conocido Horno Montoro García, situado en la calle Federico Maicas de Torrent. Ahora, echan el cierre a su negocio por jubilación después de 40 años, 10 junto con la familia y 30 al frente del mismo. Nos cuentan su historia familiar y la gran trayectoria hornera que se remonta a 1923, la cual se ha mantenido durante 3 generaciones.
“Mi abuelo, Pepe Montoro Silla, venía de una familia de 9 hermanos, y la mayoría, se convirtieron en horneros”, nos cuenta Enrique.
La segunda generación la continuó su padre, Enrique Montoro Navarro, junto con su mujer y familia: “Mis hermanas, mi hermano y yo, estuvimos trabajando y aprendiendo el oficio desde los 14 años”.
En 1923 el abuelo de Enrique; Pepe Montoro, abrió el primer horno que iniciaría la tradición de esta familia. Estuvo situado en Vora Sèquia, y más tarde se trasladaron a la calle Santa Ana, hasta que en 1973 se trasladaron a la calle Federico Maicas.
“Mientras mi padre estuvo en el horno, intenté aprender todo lo que pude, pero al fallecer a los 58 años en 1983, me quedé sin saber muchas cosas. Aun así, supe como ingeniármelas para seguir aprendiendo nuevas técnicas y sacar el negocio adelante junto a mis hermanos”.
Por su parte, Ana conoció a Enrique durante su paso por la mili en Salamanca, “nos casamos, nos trasladamos a València y empecé a ayudar a esta maravillosa familia en el horno en 1979. Atendía al público principalmente, porque tenía experiencia previa” narra Ana. En 1993 el negocio quedó en manos de Enrique y Ana por completo, dedicándose él sobre todo a cocinar pan, y ella a la bollería y atender a los clientes.
ENTREVISTA
¿Qué tipo de productos tradicionales se han mantenido en el tiempo?
Ana: Pues hemos intentado mantener todas las tradiciones, el tipo de pastas y productos de una panadería los realizaban la “tía María”, la madre de Enrique, y la “tía Concheta”, hermana del padre de Enrique, a la que recordamos con mucho cariño; traía recetas de su madre Concha, y son las que me lo han enseñado todo: rosquillas de anís, boniato, coquetes d’arrop, tartas clásicas de almendra y merengue y la receta tradicional de las empanadillas y empanadas de pisto, suspiros de almendra, coques, monas…
Enrique ¿cómo ha sido la evolución del horno durante todos estos años?
Ha cambiado mucho el tema de la panadería durante estos años. Hemos pasado del horno moruno que teníamos en Santa a Ana a un horno giratorio que tuvimos en Federico Maicas que se trabaja con pala, y finalmente, en el año 2000 lo cambiamos por uno fijo estático de gasoil, porque no quedaban profesionales de la pala y yo era de los pocos que quedaban. Por eso cambiamos la forma de trabajar y pasamos a una producción más rápida y más segura.
Han sido muchos años de trayectoria, ¿qué recordáis con más cariño de todos estos años?
Ana y Enrique: Toda la gente que ha pasado y ha trabajado o ha ayudado durante todas las épocas, desde grandes amigos como Rubén y Trini, que han ayudado y trabajado en el horno; Miguel; Carlos; Toni; la tía Pepica; Rosa; el tío Pepe Gascón; Maye; y en especial a Cati, que dio un giro grande a la venta y en el trato con la gente.
Muchos son los amigos y profesionales que han pasado por el horno y recordamos con mucho cariño.
¿Cómo ha afectado la industrialización al gremio hostelero?
Ana y Enrique: Han sido años muy duros, creemos que no se ha valorado el trabajo artesano y esfuerzo de un hornero que se queda toda la noche trabajando para tener el pan a primera hora. Se debería de regularizar el precio del pan y no pasar de unos mínimos, porque eso repercute en el trabajador, y poder mantener el negocio. Nosotros hemos resistido porque nos hemos quedado nosotros solos y sin trabajadores y porque el local es nuestro, y haciendo algún reparto a bares y cafeterías o algún despacho de pan, pero hay demasiados puntos de venta a precios muy baratos. La mayoría de gente compra donde le viene mejor y normalmente es en supermercados.
Más de un 30% de hornos han cerrado, debido a la industrialización y a sitios que bajaron tanto los precios que hicieron cerrar a muchos locales. Cuando no queden hornos tradicionales, nos acordaremos de ellos.
¿Cómo afrontáis ahora el cierre y la jubilación?
Ana y Enrique: Pues ahora intentaremos descansar y a realizar aficiones que quizás no hemos podido por nuestra dedicación al horno. Por otra parte, después de muchos años, a pesar de que nuestros hijos han ayudado en el negocio familiar, han enfocado sus carreras a otros sectores diferentes, es una pena, pero es así. Quizás hubiéramos invertido y modernizado el horno si nuestros hijos hubieran decidido continuar con el negocio familiar.
¿Queréis añadir algo más?
Ana y Enrique: Estamos muy contentos de nuestra trayectoria y de haber llegado hasta aquí. No hubiera sido posible sin nuestra clientela, así que nos gustaría agradecerles a todos ellos por estos años y que lo recordaremos con mucho cariño.
Y nosotros, desde Nou Torrentí, queremos agradecer todo el trabajo que habéis realizado durante estos años en un magnífico horno, donde siempre ha destacado, además de su excepcional calidad, su maravillo trato con la gente. ¡Muchas gracias, Ana y Enrique!