InicioOpiniónEnrique S. CardesínLa tarde que llegué a La Dacha (6 de 6)

La tarde que llegué a La Dacha (6 de 6)

Y ni siquiera el título era original. Los sueños del castellano viejo refundía los títulos de dos excelentes obras de nuestra literatura: Los sueños, de Quevedo, y El castellano viejo, de Larra. Quevedo y Larra, claro. El cartapacio de tapas grises. La novela inacabada e inédita de Francisco Umbral. Alejandro y yo la estuvimos hojeando en La Dacha. Mi compañero se había presentado al Premio Planeta, y lo había conquistado, con una novela robada al autor de El hijo de Greta Garbo. Al acabar de tomarnos el café, en La Dacha, Paco Umbral tuvo la gentileza de invitarnos a dar un paseo por el jardín, coronado de pinabetes. Pero Alejandro declinó amablemente su ofrecimiento alegando que se encontraba incubando un resfriado. Umbral soltó una sonora carcajada y le hizo recuento de sus plurales enfermedades. Después, el escritor y yo salimos al jardín, mientras que Alejandro prefirió seguir en la salita-estudio. Ahí tuvo la ocasión propicia para apoderarse del manuscrito.

Cuando Alejandro Villegas recibió el Premio Planeta, Francisco Umbral ya estaba muerto. Había fallecido prácticamente un año antes, el 28 de agosto de 2007, en una habitación del Hospital Montepríncipe de Boadilla del Monte, Madrid. Pero yo me sentía en deuda con él; diría que me consideraba cómplice de la tropelía perpetrada por mi compañero. Por eso hace unos días me encaminé al cementerio de La Almudena, y localicé en el columbario el nicho donde están depositadas las cenizas de Paco Umbral, el 2.549. Me senté en un banco y se lo conté todo. Ni siquiera me olvidé referirle que Alejandro Villegas también había juzgado legítimo saquear la obra de su maestro, pero en su caso por el procedimiento del robo. 

 

Fin

Enrique S. Cardesín Fenoll

 

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