En otra página del diario, el padre del maestro hablaba del asesinato del marido de Felisa. “El marido de Felisa había descubierto el delictivo tinglado del alcalde, y la connivencia de la guardia civil de Ademuz, pero se negó en rotundo a participar en los robos a mano armada. Un día vino a verme y me lo contó todo. Estoy seguro de que el alcalde ordenó su muerte, y el brazo ejecutor fue Heriberto”. El autor de este diario era don Justo, el anterior maestro de Sesga. Pedro, sintiéndose cercado por el cansancio y el sueño, cerró el cuaderno y apagó la luz. Durmió mal.
Pedro residía clandestinamente en Valencia. Era un miembro destacado del Partido Comunista de España. Al recibir el diario de su padre, organizó la operación que ahora estaba en marcha. Los guerrilleros antifranquistas que combatían en la Sierra Tortajada secuestraron al sustituto del maestro don Justo a su llegada a Ademuz. Pedro se había desplazado un día antes a esa población. Y con la maleta de dicha persona en la mano, se presentó en el punto establecido para la recogida a cargo del enviado del alcalde de Sesga.
Antes de abrir la escuela, Pedro se fue a dar un paseo por el monte. Saludó a Gustavo al cruzar el lavadero público. El muchacho estaba tendiendo de unas cuerdas las sábanas blancas que acababa de sacar del agua. Gustavo, que aún divisaba al maestro, decidió de pronto seguirlo a cierta distancia. Por mera curiosidad. Pedro arribó a una masía. Entró en ella. El muchacho se quedó a esperarlo escondido tras unos matorrales, fuera del sendero. Al cabo de varios minutos vio salir al maestro de la casa, acompañado por varios hombres armados. Gustavo no salía de su estupefacción. Retornó rápidamente a la aldea, y se dirigió al ayuntamiento.
Heriberto, en unión de varios trabajadores de la tejería que empuñaban distintas armas de fuego, irrumpió en la escuela.
Continuará…