Miradas

«Cuarenta años no es nada, este año celebraremos nuestras bodas de oro». Extendió el brazo sobre el hombro de su mujer, orgulloso. El resto de parejas en el salón del hotel aplaudieron. Ella no dijo nada, como ausente frente a la admiración que provocaban. Tampoco pareció emocionarse cuando él, sintiéndose el centro de atención, depositó un beso en su mejilla. Una mujer, en la mesa contigua, se inclinó para preguntarle cuál era el secreto de su matrimonio. Ella permaneció en silencio, la mirada aún más triste clavada en el mantel. Su marido, alborozado, fue a responder; en ese momento el organizador del acto presentó a una pareja de recién llegados que ocuparon sin prisa la mesa libre. Se les veía cansados por la edad, el brazo de ella sujetando el de él, aunque en sus rostros se les veía radiantes. Celebraban ese año las bodas de platino. Entre aplausos él apretó tembloroso la mano de su esposa. ¿Cuál es el secreto?, les preguntaron. Hubo un silencio, los dos ancianos se miraron como adolescentes; él dijo suave: «La confianza, siempre nos hemos sido fiel el uno al otro». Un solitario aplauso irrumpió desde el fondo; era la mujer silenciosa, con los ojos húmedos. El resto de parejas se giraron inquisidores. Los del marido se escondieron bajo la mesa.

Ginés Vera

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