El comercio es el centro y el eje sobre el que gira todo en este mundo. Es un hecho que las civilizaciones, las conquistas y las grandes exploraciones han tenido al comercio como su meta fundamental. Incluso las guerras, fueran grandes o pequeñas, han tenido al comercio como una de sus causas principales. El gobierno de un país se sustenta sobre las bases del comercio, que es lo mismo que decir de la economía. Los acuerdos comerciales entre los pueblos han sido origen de los conocimientos y avances de la humanidad. Desde los primeros pueblos históricos, tartesios, fenicios, griegos y romanos hasta nuestros días, comprar y vender es lo que nos ha movido desde que abrimos los ojos a la civilización. Hoy en día, las delegaciones comerciales, los acuerdos, intercambios y toda la diplomacia de las naciones se rige y lucha por establecer las bases comerciales más ventajosas. La importancia del comercio la podemos comprobar cuando vemos a los Jefes de Estado viajando a un país extranjero acompañados de los ministros de Asuntos Exteriores, de Industria y de Comercio y una nutrida delegación de sus empresas más internacionales ¿Qué es lo que ocurre en esas visitas que necesitan tan largo séquito? Lo que ocurre es que se van a estrechar lazos comerciales, que van a tratar de equilibrar las balanzas comerciales, que las empresas van a presentar sus productos con la mejor cara y al precio más competitivo. Comprar y vender a gran o a pequeña escala. Comprar y vender como lo hace el vendedor a domicilio, el hornero, el tendero, el fabricante de helados. Comprar y vender como lo hace Coca-Cola o un fabricante de muebles, como lo hace la farmacéutica o el agricultor. Comprar y vender como lo hacen los fabricantes de automóviles, o la zapatería, una empresa minera, la joyería, la inmobiliaria o el quiosquero de la esquina.
No sé si es conocido el sistema que rige en la compañía aérea Ryanair, que llega a extorsionar a su personal de cabina para que consigan un mínimo de ventas entre el pasaje en cada vuelo: perfumes, bebidas, tabaco y hasta boletos para una rifa que se realiza en pleno vuelo. Una vez más, comprar y vender. Mi experiencia más reciente ha sido en el vuelo de ida y vuelta Valencia-Tenerife con la compañía Evelop. A mitad del vuelo aparecen las azafatas reconvertidas en simples camareras, con un carrito para ofrecerte cosméticos, muy buenos, que ella los ha usado y le puede asegurar que dejan la piel muy fina, lo típico, hasta bocadillos, todo muy en plan Starbucks. Se hacen encargos para recoger en el viaje de vuelta. Lo del tabaco es lo más sorprendente. El dichoso carrito que se detiene en mitad del pasillo y secuestra a la otra mitad de los pasajeros durante veinte minutos, lleva todo un alijo de cartones de tabaco sorprendente y vuelve vacío. El interés de las azafatas por vender se explica por la comisión que cobran. ¿Queda algún lugar en la tierra en que no te quieran vender algo? Por cierto, pregunté si tenían el periódico y me contestaron un escueto no mientras alguien les alargaba un billete de 50 € para que se cobraran un cartón de Marlboro. ¡Alucinante!