Me ha contado un conocido
que un colega de un amigo
le contó, que:
Un tipo normal, y lo era
por tener mujer:
hijos, casa,
coche y perro.
Vacaciones, trabajo,
dinero y salud.
Que a este tipo
le cerraron la fábrica,
se le terminó el paro,
el subsidio y el dinero.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Pero vinieron las broncas.
El divorcio y las pérdidas.
Perdió la casa,
la mitad del dinero
y a sus hijos, aunque
los veía de vez en cuando.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Se le termino el dinero
y el alquiler,
y el ver a sus hijos
(no quería que le vieran así)
los veía a escondidas.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Vivió en un cajero, en la calle,
en un patio y en un
coche abandonado,
después en otra ciudad,
otra vida y con otras gentes.
Pidió para comer.
Fumaba colillas del suelo.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Volvieron las pérdidas.
Perdió el orgullo
el ánimo, las esperanzas,
la salud e incluso
los dientes y las botas.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Pero vino la Navidad.
El frío, los cartones de vino
la rancia alegría y el frío,
los albergues llenos,
y cruzar las carreteras.
Mirar sin mirar y sentir
el ruido, el golpe,
el mareo, las risas,
la gente haciendo fotos
con el móvil.
La sangre al escupir.
El dolor más fuerte
y el frío… aquel frío.
Pero pensaba que era NORMAL.
Que incluso lo merecía.
Que aún podía dar gracias.
Y las dio.
Las dio repetidas veces,
porque todo terminara.
Y la vida, entonces,
le concedió ese regalo.
Quizá por ser NAVIDAD,
o quizá porque era NORMAL,
que incluso lo merecía o
porque aún debería
dar las gracias.
ShiroDani